Mi alegría
Por Emma-Margarita R. A.-Valdés.
(Sal 121; Mt 1,18-24; Lc 1,78-79;
Lc 2,1-20; Jn 1,14; Tit 2,11; 3,4)

¡Qué alegría!
Sí, qué alegría cuando me dijeron:
ven, vamos a la casa del Señor,
¡ha llegado el Mesías esperado!,
¡ha nacido Jesús, el Salvador!.

¡Qué alegría!
Yo dejé todo cuanto allí tenía,
sólo elegí el cordero más hermoso
y corrí por los montes y cañadas
al encuentro del Todopoderoso.
Brillaban las estrellas en el cielo,
más grandes, más espléndidas, más puras,
las voces de los ángeles cantaban:
¡Hosanna! ¡Gloria a Dios en las alturas!
¡Aleluya!
¡Aleluya!

El sol resplandecía en el pesebre,
la noche de repente se hizo día,
se rasgaron de golpe las tinieblas
y una luz celestial nos envolvía.
¡Qué alegría!

Allí estaba, en los brazos de María,
el niño-Dios, el trigo de Belén.
Mi corazón latía apresurado
pues quería abrazarle yo también.
Me acerqué vacilante y vi en sus ojos
el fuego del amor que me ofrecía,
¡y me llené de Dios en ese instante!
y comprendí el por qué de mi alegría.

¿No encontró lo que buscaba? pruebe en:.

Google
Volver