RESISTENCIA O POTENCIA 1

Autor: José Carlos Barbero Álvarez.
jcba@ugr.es
Departamento de Educación Física y Deportiva
Universidad de Granada
Facultad de Ciencias y Humanidades de Melilla
Grupo de Investigación: "Estudios sobre la motricidad en la Educación Física y el Deporte en las Etapas Iniciales", (Código HUM - 0586)
Preparador físico:
Club Melilla Fútbol Sala - división de plata - grupo A - España -


    El fútbol sala es una actividad de naturaleza intermitente. Las elevadas exigencias de este deporte están ocasionadas por la interacción de esfuerzos de alta y máxima intensidad provocados por acciones explosivas (arrancadas en velocidad con o sin balón, desmarques, fintas, lanzamientos a portería, saltos, cambios de dirección, etc.), con esfuerzos de media y baja intensidad originados, principalmente, por situaciones de interrupción en el juego (faltas, saques de esquina o banda, tiempos muertos, etc.). A modo de resumen, y de una forma muy elemental, podemos agrupar las acciones del jugador de fútbol sala durante la competición en dos grandes categorías:

      • Aquellas que son de tipo aeróbico y que van a corresponder al 75 - 80% de los esfuerzos realizados y el 90 - 95% del tiempo de juego.
      • · Aquellas que son de tipo anaeróbico o explosivo y que se corresponden con el 5 - 10% del tiempo de juego y el 20 - 25% de los esfuerzos que se efectúan.


    Durante mucho tiempo, estos hechos han propiciado que lógicamente en la mayoría de los clubs el trabajo de preparación atlética estuviera orientado hacia la resistencia aeróbica, puesto que esta capacidad correspondía a la mayor parte del tiempo de juego. Pero esta concepción clásica ha empezado a ser cuestionada y criticada en los últimos años, principalmente porque si bien el metabolismo aeróbico puede estar comprometido durante un mayor espacio de tiempo, los eventos críticos y determinantes en el juego son esfuerzos explosivos que van a depender de forma prioritaria de las vías energéticas anaeróbicas. Es decir, las acciones de gol o decisivas van frecuentemente precedidas por aceleraciones, sprints, saltos o disparos a portería.

    En este sentido, y en nuestra opinión, las cualidades determinantes del jugador se corresponderían más con la posibilidad de acelerar más rápido, saltar más alto o chutar más fuerte, que con la facultad de soportar una determinada intensidad el mayor tiempo posible. Por tanto, desde el inicio y a lo largo de toda la temporada, las sesiones de velocidad y sus diferentes manifestaciones, de trabajo con cargas o de pliometría predominarán sobre las de condición aeróbica.

    No obstante, una adecuada capacidad aeróbica será necesaria no sólo para intervenir en los prolongados periodos de actividad a intensidad baja (reposo y andar) y moderada (trotar) durante el juego, sino que además va a jugar un papel primordial en el aclarado del lactato acumulado y la repleción de los almacenes de fosfocreatina (Belcastro y Bonen, 1975; Bogdanis et al., 1996) producidos como consecuencia de la repetición de continua de esfuerzos intermitentes de máxima intensidad con recuperaciones incompletas que impone la actividad competitiva. Pero ésta, entendemos que debe ser desarrollada mediante el empleo de programas de entrenamiento específico basados en carreras intermitentes de alta intensidad y ejercicios de sprints repetidos con recuperaciones incompletas.

    (Tabata, et al., 1996; Rodas et al., 2000; Dupont, ey al., 2004).



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