Luchadora y mujer adelantada a su tiempo
Nació el 12 de Agosto el 1934 en Estepona (Málaga) y falleció el
23 de febrero de 2022.
(Biografía facilitada por ella misma y autorizada por su hija
Virginia López Peñalver)
Nació en Estepona en la calle Antero, y se puede decir que es una
"niña de la guerra", pues a consecuencia de la guerra civil, su
destino cambió de curso.
Sus padres fueron Valentín Ordóñez Atienza y María Martín
Navarro, ambos de Estepona.
Su padre con 32 años se fue a la guerra y murió el 19 de septiembre
de 1937 en el Hospital de sangre Internacional de Murcia, donde se
encontraba a causa de las heridas sufridas en un bombardeo de la
aviación "nacional".
Su madre, viuda con tres niñas pequeñas y sin recursos, se vio
obligada a entregar a Rosa a una prima de su padre que vivía en La
Línea de la Concepción (Cádiz). Esta no tenía hijos,
pero sí un negocio, así que necesitaba criada barata.
Su madre cayó en la trampa y creyó que estaría mejor con ella,
acomodada, que con ella y sus hermanas sin recursos. Así empezó su calvario.
Trabajo doméstico, nada de escuela. Sus primeras letras las aprendió
con ella. Con la cartilla en la mano le decía ¿esta letra cuál es? y,
si no la sabía, le daba un coscorrón, pues decía que "la letra con
sangre entra". Le gustaba pegar en la cabeza. En cierta ocasión
que Rosa sangraba por la cabeza la curó con agua y vinagre. Así
transcurrió su niñez.
Llegó la adolescencia y más de lo mismo. Una vez, una vecina le
dijo "¡Qué guapa es Merceditas" y ella le contestó "La belleza del
diablo, la juventud". A pesar de llamarse Rosa, ella le puso
Mercedes y así vivió, creyendo que ese era su nombre, hasta que se
fue a Inglaterra y
tuvo que sacar la partida de nacimiento, entonces descubrió su
verdadero
nombre, Rosa. A los 17 años le dice:
"Mercedes yo te he mantenido toda una vida y es hora que te busques
un trabajo".
Y se lo buscó. En La Línea, como en muchos otros pueblos,
solo había 100 teléfonos privados y para llamar a otro tenían que
pasar por la Telefónica. Dio la casualidad que se estaban aumentando
el número de las líneas y necesitaban operarias y la
contrataron. Estuvo en Telefónica dos años, después se fue a un hotel
que acababa de abrir. Tenía 22 años cuando un sobrino, de su "querida
tita", vino desde Londres a visitarla. Era un hombre de mundo y
enseguida se dio cuenta de lo que pasaba en esa casa. Cuando se fue
a Londres, Rosa le escribió pidiéndole ayuda para irse a Londres a trabajar.
Ella no se enteró del
intercambio de correspondencia y cuando lo supo ya tenía su pasaje
y no pudo hacer nada para impedirlo. Se fue a Londres en un barco que no era un
crucero precisamente, fueron tres días de trayecto y pasó la travesía
mareada y con vómitos. Menos mal que un hombretón negro, tripulante, que le
traía un poco de caldo a su camarote, pudo contarlo, y así llegó a
Dover.
Rosa llevaba un
contrato de trabajo que Alberto, el sobrino de su tía, le había
conseguido. En Londres estuvo
dos años y medio, los años más felices de su vida. Trabajaba en la
cocina fregando platos en un hospital enorme, el “Highland General
Hospital".
Volvió a España, a Barcelona, donde estaba su hermana Valentina. De
allí a Suiza. Resulta que su novio estaba en Suiza y ella no se
atrevía a irse sola, por ello le pidió, que fuera con ella a Suiza.
Allí estuvo dos años trabajando en un hotel en Lausana.
Conoció a una italiana que trabajaba en el mismo hotel y se fueron a
Italia a un Hotel que estaba en el Lago de Como y en la temporada de
verano se ganaba mucho dinero. Como sabía un poco de inglés la
pusieron de barman
en la cafetería del hotel. Estuvo tres meses.
Cuando terminó la temporada volvió a Suiza. Entonces escribió a una
amiga,
compañera de trabajo en España, que se había casado y se habían ido
a Bélgica. Al otro día cogió el tren para Bélgica y allí conocío en
Ixelles, uno de los 19
ayuntamientos de Bruselasa a
Juan José López Peñalver, un cordobés que trabajaba en
una mina, y en tres meses fueron marido y mujer. Estuvo casada
durante 45 años, hasta el fallecimiento de su marido en Estepona. Tuvo dos hijos
Virginia y
Jean Pierre, cuatro nietos y un biznieto, a los que educó en el amor
a Estepona.
Los últimos y muy felices años de su vida los pasó en su Estepona
natal, donde hizo gran cantidad de amigos, encontró algunos familiares
y su muerte fue muy sentida
entre los esteponeros de bien.
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